En 1912 la Ley Sáenz Peña estableció el voto universal, igual, secreto y obligatorio; y un sistema de votación donde el ciudadano (varón primero y desde 1951 también mujer), inscrito en el padrón, vota en un “cuarto oscuro” donde elige entre las boletas, con los nombres los candidatos, impresas por los partidos, las que se introducen luego en un sobre, provisto por el presidente de mesa, que, luego de cerrado, es depositado en una urna, que al principio eran de madera y en los últimos años de cartón.

Si bien, el fraude electoral, que se quiso abolir, continuó un tiempo más, desde 1946 nadie puede afirmar que algún resultado electoral fue puesto en tela de juicio, salvo por las proscripciones, y las irregularidades o impugnaciones sólo fueron en unas pocas mesas.

La demora de 40 días habida en el escrutinio general de las elecciones presidenciales de 1946, hizo que en las de 1952, se estableciera el escrutinio de mesa, que permitió conocer el resultado del comicio a poco de terminada la votación, como paso previo al general, que hacen las Juntas Electorales al sumar el resultado de los votos consignadas en las actas confeccionadas en las mesa. En los últimos tiempos el conteo final se hace electrónicamente.

Las crisis habidas después de 1983, han hecho disminuir la participación de los ciudadanos en la vida política, han debilitado y fraccionado a los partidos y han hecho perder eficiencia a éste –ya casi centenario- sistema de votación. Hay demoras al inicio y en la terminación de la votación porque faltan o se improvisan los presidentes de mesa; escasean los fiscales partidarios, que reponen las boletas cuando faltan en el “cuarto oscuro”; la multiplicidad de las mismas y los complejos sistemas de alianzas, sumatorias de votos y listas colectoras, confunden al votante, y hacen que los escrutinios de mesa demoren horas; las actas que deben llenarse al comenzar y terminar el comicio tienen un formato arcaico; y se contrata a una empresa privada para el conteo electrónico final  de votos; todo lo cual amerita una revisión de este ya obsoleto sistema de votación.

Otros países adoptaron, en el siglo pasado, el sistema de votación con boleta o cédula única o australiana, pero en nuestro país se rehusó debatirlo y establecerlo, a pesar que el 16 de septiembre de 1959 el diputado demócrata cristiano Teodosio Pizarro presentó en la Legislatura de Córdoba un proyecto de ley que la proponía, y que en 1990, como diputado de la Nación, hice lo mismo, también sin éxito, en el Congreso. Como gran novedad, 49 años después, una ley cordobesa lo acaba de implantar y hay proyectos en igual sentido en el Congreso.

Pero boleta única, que hubiera sido un gran cambio cuando había pocos candidatos, partidos o alianzas, muestra hoy, por el desmesurado incremento de los mismos, iguales o mayores dificultades que el sistema actual. En el orden nacional la boleta debe contener los nombres de los partidos, con sus logotipos, y el de los candidatos a diputados, senadores, presidente y vicepresidente. Si la elección es simultánea con la provincial o municipal, habrá que agregar los candidatos locales o hacer varias “boletas únicas”, lo que hará que su o sus tamaños serán igual o mayor a la de una bandera de ceremonia -como bien se ha dicho- y la confusión del elector será mayúscula.

Los cambios tecnológicos imponen hoy, como ha ocurrido ya en Brasil, Estados Unidos y la India, la adopción del voto electrónico. En la actualidad sólo está informatizado el conteo final, que es la etapa del proceso electoral más vulnerable, según los objetores de la electrónica. El padrón debe pasar del soporte papel al digital; las urnas electrónicas, que lo contienen, permitirán que, sin “cuarto oscuro”, en menos tiempo, sin necesidad de boletas ni sobres, voten más ciudadanos por mesas, incluído los ciegos, ya que en las urnas pueden incorporar el lenguaje Braile, como ocurre en Brasil. Habría menos presidentes de mesa y fiscales, la tarea de control y la confección de actas se simplificaría, y el escrutinio de mesa lo haría la misma urna y concluiría cuando cierre el comicio.

El voto electrónico se experimentó con éxito el 14 de setiembre año 2003 en las elecciones municipales de Usuahía y hubo pruebas pilotos, aunque no para elegir autoridades, en ciudades de la provincia de Buenos Aires, Mendoza, Santiago del Estero, Chaco, La Pampa y la ciudad de Buenos Aires.

La reforma electoral exige además: proveer gratuitamente a los ciudadanos de un documento electoral que acredite su identidad y en el que se consigne que votó, porque muchas personas carecen del Documento Nacional de Identidad; establecer el voto por correo o anticipado para que sufraguen los impedidos de hacerlo en las urnas por enfermedad o incapacidad física, o por estar presos sin condena, o ausentes de su domicilio, o por tener que trabajar mientras se vota. Los presidentes de mesa deberán ser personas capacitadas e instruidas para su tarea y deberán cobrar un viático por sus servicios.

Ya hay experiencias de votaciones por internet, como en las elecciones internas de partidos en Estados Unidos (en Alaska y en Arizona en el año 2000), en algunos referendum (en 52 provincias de España cuando en 2005 se votó la Constitución Europea), o en elecciones municipales (en Francia en 2001 y en Reino Unido en 2002) o para que voten ciudadanos ausentes del país (200 militares en Estados Unidos en 2000).

Para establecer el voto electrónico hay que hacer: una importante inversión financiera; cambios en la legislación electoral y penal; cursos para instruir a dirigentes y funcionarios, y campañas para informar a los sufragantes. Deben intervenir a expertos informáticos para decidir la adopción y adquisición de software y urnas electrónicas adecuadas y seguras; hacer experiencias pilotos; y estudiar y tomar todos los recaudos que sean necesarios para hacer funcionar, controlar y auditar al nuevo sistema. Pueden haber fraudes y trampas, como en toda forma de votación, que habrá que prevenir y castigar.

El voto electrónico exige: que el sistema eléctrico y de telecomunicaciones este en condiciones adonde se vota; que se informatizarse la confección del documento electoral que sustituya al DNI, para que la entrega se haga sin demoras; que los padrones y las mesas se unifiquen, sin distinguirlos por sexos; y que las altas y bajas del padrón se registren no bien sean pedidas o conocidas.

La boleta única no es hoy solución, el voto por internet todavía no ha sido suficientemente experimentado, por lo que lo más aconsejable es tener el coraje de Brasil que adoptó el voto electrónico. Si cambiamos electoralmente hagámolo en serio.

Córdoba, febrero de 2009.