Las guerras mundiales fueron sepultadas por dos bombas atómicas, la guerra fría con la caída del muro de Berlín, y sus últimos atisbos por el acuerdo de EEUU y Cuba; pero las guerras religiosas parecen no terminar, aunque con nuevas modalidades.

En este siglo Al Qaeda destruyó las Torres Gemelas; Estado Islámico (ISIS en inglés) desde Irak propone una guerra santa (yihad) para imponer un califato. Hubo atentados en París en Charlie Hebdo; en Nigeria por Boko Haram; en Kenia por Al Shabab; más los que se dieron en Sudán del sur; y entre palestinos y judíos. Esta violencia nos muestra que hay conflictos políticos o étnicos que usan o instrumentan la religión para imponerse, atraer adeptos y vencer al enemigo.

En el mundo globalizado este tipo de violencia no tiene frontera, y puede ocurrir en cualquier parte. Argentina lo padeció en la embajada del Israel y en la AMIA, y la muerte del fiscal Nisman parece relacionarse con ello.

Judíos, cristianos, musulmanes y quienes profesan otros credos muchas veces son perseguidos, denostados o castigados por su fe, por practicar su culto o cambiarlo; por lo que es imprescindible reforzar las garantías a estos derechos injustamente vulnerados. Por ello el Consejo Argentino de la Libertad Religiosa (CALIR) dispuso impulsar la firma de un tratado internacional de libertad religiosa, que no solo declare derechos – como hacen ya algunas normas internacionales-, sino también con el propósito de crear un órgano internacional que encueste, supervise, aconseje y medie para el mejor ejercicio de estos derecho, y denuncie e impulse el juzgamiento o juzgue las graves violación de los mismos. Que aliente, además, la secularización de los estados, el respeto de la autonomía de las iglesias o confesiones religiosas, y vele por el pleno ejercicio de los derechos a la libertad de conciencia, religiosa y de culto. Que periódicamente informe, como lo hace en la actualidad el Relator de Libertad Religiosa de la ONU, los avances y retrocesos en esta materia,

CALIR acaba de presentar esta propuesta al SS Francisco y trabaja en difundirla ante gobiernos e instituciones internacionales. Años atrás se la intentó sin éxito, pero hoy parece por demás necesaria, y aunque más no sea desde el fin del mundo, merece que sea impulsada para que, algún día, se pueda hacer realidad la proclama de  Martin Luther King:

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!

                                         Córdoba, agosto de 2015.