La “autonomía
y la cooperación”, deben regir las relaciones entre el Estado y la Iglesia, y las demás
confesiones religiosas, ya que los ciudadanos,
en su gran mayoría, son también sus fieles.
Históricamente la “cooperación” de los religiosos suplió
las falencias del Estado al ocuparse de los indigenas, presos, pobres,
enfermos, ancianos, de las villas de emergencia, de la educación y, en los
albores de la Patria, hasta de la política (la mayoría de los que declararon la
Independencia en Tucumán hace 200 años fueron clérigos).
Ahora, el presidente Mauricio Macri nos propuso 3
objetivos: “pobreza cero, terminar con el narcotráfico y unir a la Argentina”;
y no lo logrará sin la “cooperación”
de los ciudadanos, de la Iglesia y demás cultos. Pero en la reciente y breve audiencia en el Vaticano en que Macri fue recibido por SS Francisco -que
al finalizar mostró un rostro adusto-, nos dejó con la duda si estos objetivos fueron
conversados.
El vínculo de lo religioso con las
drogas abarca:
·
Compartir valores éticos, cívicos y religiosos,
que garanticen la dignidad de la persona
humana, puesta en riesgo con el consumo de drogas y con las adicciones;
·
Las cooperación de las confesiones religiosas
con el Estado, para terminar con la oferta y la demanda del tráfico de
estupefacientes;
·
Que el Estado y las organizaciones religiosas trabajen
juntas en la educación y la prevención, para
evitar el consumo de drogas, y en la rehabilitación
de los adictos.
Valores
éticos
Los principios éticos que declara la
Constitución, desde que invoca a “Dios fuente de toda razón y justicia”,
y, al reconocer los “derechos (naturales) no enumerados”, protegen a ciudadanos y fieles.
SS
Francisco dijo que:
“La droga
es un mal y ante el mal no se puede ceder ni tener compromisos”, y
agregó que ''la droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y con el mal
no se puede ceder ni tener compromisos. Pensar que se puede reducir el daño
permitiendo el uso de sustancias psicotrópicas a las personas que siguen usando
drogas, no resuelve el problema”.
Y, añade, que “la legalización, incluso parcial,
de las llamadas ‘drogas blandas’, además de ser discutible en términos
legislativos, no produce los efectos esperados. Las drogas sustitutivas, por otra parte, no constituyen una terapia
suficiente, sino una forma velada de entrega al fenómeno”.
“Quiero
reiterar lo que dije en otra ocasión: No
a cualquier tipo de droga. (…)Pero para decir este ‘no’, hay que decir sí a la vida, sí al amor, sí a los demás,
sí a la educación, sí al deporte, sí al trabajo, sí a más oportunidades de
trabajo”, afirmó.
Dijo, además, que el “azote de la droga sigue haciendo estragos
con formas y extensión impresionantes, alimentado por un mercado turbio que traspasa las fronteras nacionales y continentales.
Así, crece cada vez más el peligro para los jóvenes y adolescentes.”
“Las oportunidades de trabajo, la educación, el deporte, la vida sana; este es el camino
que lleva a la prevención de la droga.
Sí esto se hacen verdades no hay espacio para las drogas, para el abuso de
alcohol, para otras adicciones”, aseguró.
Una política de Estado contra el
narcotráfico debe dirigirse a la oferta y la demanda de las drogas ilegales.
Oferta
El combate contra la oferta debe estar a
cargo de una agencia federal, con
personal especializado y recursos suficientes, que coordine el accionar de las
policías: federal, aeroportuaria y de las provincias; de la gendarmería, la
Prefectura, los Servicio de Inteligencia, la Aduana, las Fuerzas Armadas, la
Unidad de Información Financiera; y colaborará con los tribunales federales y
provinciales y la Cancillería, que deberá acordar con otros países.
Esta agencia controlará fronteras, rutas –terrestres, aéreas y
fluviales-, pistas de aterrizaje -donde
transitan drogas y los insumos que la tratan-; cocinas; kioscos y los recursos financieros que genera este
vil negocio.
Las organizaciones
religiosas poco harán al respecto, salvo distanciarse de los traficantes y disputarle los liderazgo en los
lugares en donde actúan.
Demanda
El
día que no haya más demanda, o sea consumidores, se terminará el narcotráfico,
de allí que la “guerra a las drogas” tiene sentido si la política seguida respecto de la demanda es eficaz.
El
aumento del consumo de drogas se da cuando:
·
crece la pobreza y la marginalidad;
·
hay jóvenes que no trabajan, ni estudian;
·
se pierde la cultura del trabajo;
·
la calidad educativa está en
crisis,
·
hay inestabilidad en los empleos y en los estudios;
·
se debilitan los lazos familiares, y
·
realizar un plan de vida se torna difícil.
El
Sedronar, en nuestro país, es la agencia que se ocupa de la demanda, y debe coordinar,
descentralizadamente, la educación,
prevención y asistencia de los consumidores
y adictos a las drogas; que llevarán a cabo
municipios, comunas, provincias, parroquias,
templos, capillas, sinagogas, mezquitas y ONG. Así se cubrirán los déficit
estructurales del Estado en barrios, pueblos y en sectores sociales donde opera
el narcotráfico y residen consumidores y adictos.
El Papa
Francisco dijo, también, que:
''La Iglesia, fiel al mandato de Jesús de ir allí
donde hay un ser humano que sufre, que tiene sed, hambre, que está en la cárcel,
no ha abandonado a los que han caído en la espiral de la droga, sino que con su
amor creativo ha salido a su encuentro. Los ha tomado de la mano, a través del
trabajo de muchos trabajadores y voluntarios para que pudieran volver a
descubrir su dignidad, ayudándolos a resucitar esos recursos, esos talentos
personales que la droga había enterrado, pero que no pudo cancelar porque cada
hombre está creado a imagen y semejanza de Dios''.
El Estado sin la ayuda de las religiones
difícilmente vencerá a las drogas.
Córdoba, mayo
de 2016.