“La palabra es un sacramento de muy delicada administración" José Ortega y Gasset

El costado lúdico de la política tiene su máxima expresión en las campañas electorales, y las palabras, que son el arma que los políticos empleamos para triunfar, no se usan sólo para decir la verdad, sino para persuadir y convencer.

Este juego, que en la democracia es incruento y sienta en la misma mesa cubierta del paño verde también a los ciudadanos –a diferencia de las autocracias-, es la raíz de la eterna desconfianza hacia los políticos. Shakespeare en Hamlet ya le hacía decir al príncipe de Dinamarca que contemplaba la calavera: “acaso sea la mollera de un político, de un intrigante que pretendía engañar al mismo Dios”.

Las palabras, que son el nombre de las cosas, encontraron en los cuentos del capitán Gulliver, cuando visitó la Academia de Lagado, un proyecto de su abolición, que tuvo por inconveniente que para expresarse los interlocutores tenía que cargar en sus espaldas y las de sus criados las pesadas cosas, motivo de las conversaciones. Pero la intención de los sabios de Lagado fue buena porque pretendían ajustar los diálogos a los temas y evitar que los términos oscuros, indeterminados o equívocos alteren el buen entender.

DIEZ JUEGOS

En la comunicación política también las palabras apuntan más a la persuación que a la objetividad y luego de un año electoral es fácil recordar alguno de los juegos que los políticos usaron en su lenguaje:

1.   El del escenario mediático: Las palabras son piezas que se

 juegan en el tablero mediático, principalmente la televisión, que sustituye la tribuna, la plaza pública e intenta hacerlo con el debate parlamentario y crear una realidad distinta a la que refleja. Hemos visto a los candidatos someterse al ridículo en programas de mucho rating, que nada tienen de políticos, para llegar a la gente y eludir el zapping.

2.   El de las encuestas: por las que se relevan los problemas que

 serán temas de campaña, la intención de voto y la imagen de los candidatos, y las mediciones favorables se usarán en los discursos, donde se ocultarán o desdeñarán los perjudiciales.

3.   El de la promesa oportuna: de los sondeos se elabora una

 propuesta, que la gente desea y espera, como fue la rebaja de impuesto de José Manuel de la Sota en Córdoba.

4.   El del espiral del silencio: juega con el miedo de la gente a

 contrariar la opinión mayoritaria, al aislamiento, a “tirar el voto” y produce una presión que genera polarización, el voto al mal menor, en desmedro de candidatos minoritarios, y hace que muchos teman decir por quién votaron.

5.   El de la selección de temas: para incorporarlos o no al debate

 electoral, como fue la insistencia de Carlos Ruckauf con el del aborto frente a la reticencia de Graciela Fernandez Meijide.

PALABRAS MAGICAS

6.   El de las palabras mágicas: que resumen propuestas que son

 respuestas a problemas, se repiten como latiguillos, y se legitiman por la aceptación, como el “Somos más” de Fernando de la Rúa.

7.   El de los espacios políticos: que etiquetan y segmentan

 políticas, sensibilidades o subculturas, como izquierda o derecha en Chile, o, en Uruguay, con: el Frente Amplio –ganador en primera vuelta con Tabaré Vazquez-, Colorados y Blancos  -que dieron el triunfo de Jorge Batlle en el ballotage-.

8.   El de los principios antagónicos: que tensa dramáticamente la

 diferencias entre “ellos” y “nosotros” y afirma la comunión e identidad de estos, como la opción planteada entre: “continuidad” y “cambio” por Joaquín Lavín en Chile.

9.   El de la creación del adversario: junto a la campaña positiva

 está la de denostar al oponente, que puede ser una persona, un partido o un sector social, como lo fue el “menemismo”, a partir del discurso de Carlos “Chacho” Alvarez, o el régimen político de la Constitución de 1961, para Hugo Chaves en Venezuela.

10.      El de los protagonistas: en  la era de la televisión el

 mensajero se impone al mensaje, es el contexto de sus argumentos, su credibilidad y carisma son sus armas principales. Esto se vio en los dispares resultados electorales nacionales, provinciales y municipales argentinos, donde los candidatos influyeron más que los partidos o alianzas para ello.

                                                 Estas argucias y otras, que Javier del Rey Morató desarrolla en “Los juegos de los políticos” (Tecnos 1997), son las que estos usaron y usarán para convencer a los ciudadanos, que a su vez deben conocerlas para defenderse de las manipulaciones y mejorar su participación  democrática.

                                                 Córdoba, diciembre de 1999.