Decía Jacques Maritain en “Cristianismo y Democracia”, escrito en 1942,
durante la segunda guerra mundial
cuando su país, Francia, estaba ocupado todavía por los alemanes, que
“La tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas
no han logrado aún realizar la democracia”.
Como causa de este fracaso marcaba
que “los enemigos del ideal democrático no se han desarmado nunca” y
que “los antagonismos irreductibles,
inherentes a una economía fundada
sobre la fecundidad del dinero; el
egoísmo de las clases acomodadas y
la separación del proletariado erigido
por el marxismo en principio místico
de la Revolución, han impedido que
las afirmaciones democráticas pasen
a la vida social; y la impotencia de las
sociedades modernas ante la miseria
y ante la deshumanización del trabajo, su imposibilidad de sobrepasar la
explotación del hombre por el hombre, fueron para ellas una amarga
derrota”.
“Pero la causa principal es de orden
espiritual (...)” ya que el “principio
esencial” de las democracias modernas “viene de la inspiración evangélica y no puede subsistir sin ella”. Que
durante un siglo “las fuerzas directrices de las democracias modernas” han
renegado “del Evangelio y del cristianismo, en nombre de la libertad humana y a las fuerzas directrices de las capas sociales cristianas, combatir durante un siglo las aspiraciones democráticas en nombre de la religión”.
“A fines del siglo XIX, el gran escándalo del que hablaba Pío XI había parecido consumado; las clases obreras
buscaban su salvación renegando del
cristianismo; los medios conservadores
cristianos buscaban la suya, renegando de las exigencias temporales de la
justicia y del amor”.
“La guerra ha despertado trágicamente a los hombres. Si las democracias
ganan la paz después de haber ganado la guerra, será a condición de que
la inspiración cristiana y la inspiración
democrática se reconozcan y reconcilien”.
El gran maestro pone el ejemplo de la
“hiedra venenosa”, que trepa “alrededor de una encina, ésta se vuelve, a su
vez, peligrosa al tocarla, y se la llama,
por error encina venenosa; está sana
en sí misma y su savia esta sana, es el
parásito el venenoso”. “ Desde hace
treinta años, en Europa, muchos espíritus sinceros (...) se desvían de la democracia con más o menos disgusto,
tan sofocado estaba el principio auténtico de ésta por las hiedras venenosas
que la cubrían de parásitos”.
“La cuestión no es encontrar un nombre nuevo a la democracia, sino descubrir su verdadera esencia y realizarla; pasar de la democracia burguesa, desecada por sus hipocresías y por
falta de la savia evangélica a una democracia íntegramente humana; de la
democracia frustrada, a la democracia
real”.
La palabra democracia para los modernos “designa una filosofía general
de la vida humana y de la vida política, y un estado del espíritu”.
El mensaje cristiano despertó en las
conciencias de los pueblos y avanzó
subterráneamente durante siglos antes
de manifestarse. Pero, ¿cuáles son las
verdades de origen evangélico a las
que la conciencia ha ligado en lo sucesivo e identificado la idea misma de civilización?
Bajo la inspiración evangélica la conciencia profana ha comprendido:
1. Que la historia no gira en forma circular sino que se orienta hacia un límite y progreso en una dirección. “El
progreso no tiende a hacer recuperar
mañana el paraíso mediante la Revolución, sino a hacer pasar las estructuras de la conciencia y las estructuras
de la vida humana a estados mejores,
y eso, durante todo el largo de la historia, hasta el advenimiento del reino
de Dios y de la tierra de los resucitados, que está más allá de la historia”.
2. “La dignidad de la persona humana y ha comprendido que la persona,
que forma parte del Estado, trasciende
al Estado por el misterio inviolable de
su libertad espiritual y por su vocación
a bienes absolutos”.
3. Adquirió “la fe en los derechos de
la persona, en cuanto persona humana, en tanto persona cívica”, que “es
la fe en la justicia como fundamento
necesario de la vida común y como
propiedad esencial de la ley, que deja
de ser ley si es injusta”.
4. “La dignidad del pueblo y del hombre de la humanidad común (...) pueblo como comunidad de ciudadanos
de un país, unida bajo leyes justas;
pueblo como comunidad de trabajo
manual y como reserva y recurso de la
humanidad.” “El pueblo no es Dios, el
pueblo no tiene una razón infalible ni
virtudes sin defectos; la voluntad del
pueblo o el espíritu del pueblo no es la
regla de lo justo y de lo injusto.” “El
hombre de la humanidad común sabe
que su tiempo ha llegado sólo si triunfa de la corrupción totalitaria y no es
devorado por ella, y que o la idea de
una casta, de una clase o de una raza
hereditariamente constituida como señora y dominadora, debe ceder lugar
a la idea de una comunidad de hombres libres, iguales en derechos e iguales en la labor, y a la de una aristocracia del espíritu y del trabajo que proceda del pueblo sin aislarse de él, que
sea realmente como la flor y el lujo de
sus energías vitales”.
5. “El sentido de la igualdad natural
entre los hombres y de la igualdad relativa que la justicia debe crear entre
ellos y la convicción de que por medio
mismo de las desigualdades funcionales requeridas por la vida social, la
igualdad debe restablecerse en un nivel más elevado y fructificar en la posibilidad, para todos, de tener acceso
a una vida digna del hombre, en el goce, asegurado a todos, de los bienes
elementales, materiales y espirituales,
de una vida tal, y en la real participación de cada uno, según sus capacidades y sus merecimientos(...)”.
6. “Las prescripciones de la autoridad
obligan en conciencia porque la autoridad tiene origen en Dios; pero, por
el hecho mismo de que la autoridad
tiene su origen en Dios, no en el hombre, ningún hombre ni ningún grupo
especial de hombres tiene por sí mismo
el derecho de mandar a los demás. Los
jefes del pueblo reciben este derecho
del principio crear y conservador de la
naturaleza por los conductos de la naturaleza misma, vale decir, por el consentimiento o la voluntad del pueblo o
del cuerpo de la humanidad, a la cual
la autoridad pasa siempre antes de ir
a descansar en los jefes. Y es como vicarios o representantes de la multitud
que los depositarios de la autoridad
dirigen a aquella y es hacia el bien común de la multitud que deben dirigirla”.
7. “La política surge de la moral porque su fin es el bien humano de la comunidad; una vez que haya comprendido que la vida política debe conformarse al derecho natural (...)”.
8. “La justicia es la nodriza del orden
y la injusticia el peor desorden y la
convicción de que la causa del bien y
de la libertad del pueblo y la causa de
la justicia política están sustancialmente ligadas”.
9. “La marcha hacia delante de las sociedades humanas es una marcha hacia la conquista de la libertad conforme a la vocación de nuestra naturaleza”.
10. “En el orden temporal, social y político, no sólo la amistad cívica es, como los antiguos filósofos lo habían reconocido, el alma y el vínculo constitutivo de la comunidad social –si la justicia es esencialmente exigida de antemano, es como una condición necesaria que hace posible la amistad–, sino
que esta amistad cívica no puede prevalecer de hecho en el interior del grupo social si un amor más fuerte y más
universal, el amor fraternal, no entra
en ella, y si, volviéndose fraternidad,
no cruza los límites del grupo social
para extenderse a todo el género humano”.
“La fe en la fraternidad humana, el sentido del deber social de compasión
para el hombre en la persona de los
débiles y de los que sufren; la convicción de que la obra política por excelencia es la de hacer la vida en común
mejor y más fraternal, y de trabajar
para hacer, de la arquitectura de leyes,
de instituciones y de costumbres de esta vida común, una casa para hermanos”.
“Escribe Bergson, ‘la democracia es
de esencia evangélica, y tiene por
principio el amor”.
Rasgos
“Es en su oposición radical a la filosofía esclavista que se ve surgir más claramente los caracteres esenciales de la
filosofía democrática del hombre y de
la sociedad, o de la filosofía política
humanista. Esta se reconoce en los rasgos sobre los cuales he insistido más
arriba; derechos inalienables de la
persona, igualdad, derechos políticos
del pueblo, puesto que el régimen político supone el consentimiento de
aquel, y los mandatarios gobiernan
como vicarios suyos; primado absoluto de las relaciones de justicia y de
derecho en la base de la sociedad,
ideal, no de guerra, de prestigio o de
poder, sino de mejoramiento y de
emancipación de la vida humana, y
la fraternidad. Para esta filosofía, la
obra política es, por excelencia, una
obra de civilización y de cultura; tiende ante todo a procurar el bien común
de la multitud (...)”.
El Orden de los Conceptos Individuo
Jacques Maritain dice que “Para Santo Tomás, la individualidad, o más
exactamente, la individuación, es lo
que hace que una cosa de la misma
naturaleza que otra difiera de esta
otra en el seno de una misma especie
y de un mismo género, es lo que hace
que una cosa difiera de otra cuya naturaleza comparte”. (“Para una filosofía de la persona humana”, pág. 148,
Club de Lectores 1984).
“Santo Tomás nos dice que el principio
de individuación, la raíz primera de
las diferenciaciones individuales en el
mundo de los cuerpos, es la materia, la
materia en cuanto exige de suyo multiplicidad de posiciones en el espacio o
que obliga a las substancias que ella
contribuye a constituir a encerrarse en
ciertas cantidad o espacialidad” (O.c.
150).
“Para el hombre, como para los otros
seres corporales, la materia es la raíz
ontológica primera de la individualidad. Tal es la doctrina de Santo Tomás
de Aquino” (O.c. 152 y 153).
“Cada ser humano... es un individuo
al igual que el animal, la planta o el
átomo; es fragmento de una especie,
parte de este universo (...)” (O.c.162).
Persona
El hombre además de individuo es
también “persona, es decir, un universo de naturaleza espiritual, dotado de
libre arbitrio y, por ende, un todo independiente frente al mundo. Ni la naturaleza ni el Estado pueden hacer mella en él sin su permiso, y Dios mismo,
que está y opera en él desde adentro,
opera de un modo especial, con una
delicadeza exquisita que muestra el
caso que de él hace. Dios respeta su libertad (...)” (O.c.162).
El hombre, si quiere, puede representar su papel en el mundo; es una persona. Pues, según Boecio, en su acepción primera, persona significa “máscara”, la máscara que usaban los actores en las comedias y tragedias antiguas”(O.c.160).
Hombre y Sociedad
“Las sociedades animales son sociedades de individuos, y no se les llama sociedades sino metafóricamente. La sociedad propiamente dicha, la sociedad humana, es una sociedad de persona; si una ciudad es digna de este
nombre lo es por ser una sociedad de
personas humanas” (O.c. 169).
Comunidad y Sociedad
Dice Maritain que: “Tanto comunidad
como sociedad son dos realidades ético-sociales y auténticamente humanas,
no solo biológicas. Pero una comunidad es algo más que la obra de la naturaleza estrechamente relacionada
con lo biológico; y una sociedad es algo más que una obra de la razón y,
por consiguiente, muy relacionada con
las propiedades intelectuales y espirituales del hombre (...) (“El hombre y el
Estado”, pág. 14, G.Kraft Ltda.).
“En las relaciones sociales siempre
hay un objeto, sea material o espiritual, en torno al cual se entreteje el trato entre los seres humanos. En la comunidad, como ha dicho acertadamente J.T.Délos, el objeto es un hecho
que precede las determinaciones de la
inteligencia y voluntad humanas y que
actúa independientemente de ellas para crear una psiquis común inconsciente, sentimientos y estados psicológicos
comunes y costumbres comunes. Pero
en una sociedad el objeto es una tarea a realizar o un fin que alcanzar, el
cual depende de las determinaciones
de la inteligencia y voluntad humanas,
estando precedido por la actividad
–sea decisión, o al menos consentimiento– de la razón de los individuos:
así, en el caso de la sociedad el objetivo y el elemento racional en la vida
social emerge explícitamente y asume
su función directriz.
Una empresa comercial, un sindicato
obrero, una asociación científica son
tan sociedades como el cuerpo político. Los grupos regionales, étnicos y lingüísticos y las clases sociales con comunidades. La tribu, el clan, son comunidades que allanan el camino para el
advenimiento de la sociedad política.
La comunidad es un producto del instituto y la herencia en circunstancias
dadas y armazones históricos determinados, la sociedad es una resultante
de la razón y de la fuerza moral (lo
que los antiguos llamaban “virtud”).
“En la comunidad, las relaciones sociales proceden de ciertas situaciones
y ambientes históricos: las normas colectivas de la conciencia personal y el hombre aparece como un producto del
grupo social. En la sociedad, la conciencia personal mantiene la prioridad, el grupo social está modelado
por los hombres y las relaciones sociales derivan de una iniciativa dada, de
una idea dada, así como de la voluntaria determinación de las personas”.
“Incluso en las sociedades naturales,
como la familiar o la política– o sea,
en las sociedades imperativas y espontáneamente modeladas en bruto por la
naturaleza– la sociedad brota finalmente en la libertad humana.” (o.c.
pág. 16).
“Una sociedad siempre da vida a comunidades y sentimientos comunales
en su seno o en su derredor. Pero jamás puede convertirse en sociedad
una comunidad, aún cuando puede
ser el suelo abonado del cual brote, a
través de la razón, alguna organización societaria” (O.c- pág.17).
Nación
“(...) la nación es una comunidad y no
una sociedad. La nación es una de las
comunidades más importantes, y quizás la más compleja que haya sido
engendrada por la vida civilizada
(...)”.
“La palabra nación se origina del latín
nasci, o sea de la noción de nacimiento; no obstante, la nación no es algo
biológico, como la raza. Es algo éticosocial: una comunidad humana basada en el hecho del nacimiento y el linaje, con todas las connotaciones morales de ambos términos: nacimiento a la
vida de la razón y las actividades de la
civilización, linaje en las tradiciones
familiares, formación social y jurídica,
herencia cultural, conceptos y maneras comunes, recuerdos históricos,
sufrimientos, aspiraciones, esperanzas, prejuicios y resentimientos comunes(...) Una Nación es una comunidad de gentes que advierte cómo
la historia las ha hecho, que valoran
su pasado y que se aman a sí mismas tal cual saben o se imaginan
s e r, con una especie de inevitable introversión.
“La nación tiene, o tenía, un suelo,
una tierra, lo cual no implica, como
en el caso del estado, una zona territorial de poder y administración, sino
un complejo de vida, trabajo, dolor y
ensueños. La nación tiene un lenguaje, aunque en modo alguno los grupos lingüísticos hayan de coincidir
siempre con los nacionales. La nación prospera sobre las instituciones
cuya creación, no obstante, depende
más de la mente y de la persona humana, o de la familia, o de los grupos particulares de la sociedad, o del
cuerpo político, que de la nación misma. La nación tiene derechos, que no
son más que los de las personas a
participar en los valores humanos peculiares de una herencia nacional. La
nación tiene vocación histórica, que
no es sino su propia vocación (...),
pero que es sólo una particularización histórica y contingente de la vocación del hombre hacia el desarrollo y manifestación de sus diversas
potencialidades”.
“(...) A semejanza de cualquier otra
comunidad, la nación es “acéfala”,
tiene sus élites y centros de influencia,
más no jefe ni autoridad gobernante;
estructuras, pero no formas racionales
ni organizaciones jurídicas; pasiones y
sueños, pero no un bien común; solidaridad entre sus miembros, fidelidad
y honor, aunque no amistad cívica (...)
el grupo nacional no puede transformarse por sí en una sociedad política
(...).” (O.c. pág. 18 y 19).
“Cuando se ha formado una sociedad
política, y en especial cuando tiene
una experiencia de siglos en el fortalecimiento de una genuina amistad cívica, da origen, de un modo natural y en
su propio seno, a una comunidad nacional de un grado superior” (O.c.
pág. 21).
Sociedad Política
“En oposición a la nación, tanto el cuerpo político como el estado pertenecen al
orden de sociedad, incluso sociedad en
su forma más elevada o “perfecta”. En
nuestro tiempos, los dos términos se utilizan como sinónimos, y el segundo
tiende a invalidar al primero”.
El cuerpo político o la sociedad política es el todo. El estado es una parte–
la más sobresaliente– de ese todo. “La
sociedad política, impuesta por naturaleza y lograda por razón, es la más
perfecta de las sociedades temporales. Es una realidad humana concreta
y total que tiende a un bien humano
concreto y total: el bien común.(...) La
Justicia es una condición primordial
para la existencia del cuerpo político,
pero la Amistad es su expresión vital.
La Amistad tiende hacia una comunión
realmente humana y libremente obtenida”. (O.c. Pág. 23)
Bien Común
“El bien común no es sólo la colección
de artículos y servicios públicos que
presuponen la organización de una vida comunal, sino también unas condiciones fiscales saneadas, un aparato
militar fuerte, un cuerpo de leyes justas, buenas aduanas e instituciones
prudentes, todo lo cual lo organiza la
sociedad política dentro de su propia
estructura, y así mismo la herencia de
los grandes recuerdos históricos, sus
símbolos y glorias, las tradiciones vivas y los tesoros culturales.
El bien común incluye igualmente la integración sociológica de la conciencia
cívica total, las virtudes políticas, el
sentido del derecho, la libertad de todas las actividades, la prosperidad
material y el esplendor espiritual, la
sabiduría hereditaria que opera inconscientemente, la rectitud moral, la
justicia, la amistad, la felicidad, la virtud y el heroísmo en la vidas individuales de los miembros del cuerpo político.” (O.c. pág. 25)
Estado
“(...) el cuerpo político difiere del estado. Éste es sólo aquella parte del cuerpo político especialmente interesada
en el mantenimiento de la ley, el fomento del bienestar común y del orden público, así como la administración de los asuntos públicos. El estado
se especializa en los intereses del todo.
No es un hombre ni un conjunto de
hombres; es un haz de instituciones
combinadas que forman una máquina
situada en la cima: este tipo de obra
de arte ha sido construida por el hombre y utilizado cerebros y energías humanas y no es sino hombre, pero constituye una encarnación suprema de la
razón, una superestructura impersonal
y perviviente (...).”
“(...) el estado no es sino un organismo facultado para utilizar el poder y
la coerción, integrado por expertos o
especialistas en ordenamiento y bienestar públicos, un instrumento al servicio del hombre. Poner el hombre al
servicio de ese instrumento es perversión política. El ser humano como individuo es para el cuerpo político, y el
cuerpo político es para el ser humano
como persona. Pero en modo alguno
el hombre es para el estado, sino el estado para el hombre”. (O.c. pág. 26)
Desde una posición diametralmente
opuesta Mussolini, líder del fascismo
–uno de los totalitarismos del siglo XX–
decía: “Todo en el Estado, nada fuera
del Estado, nada contra el Estado”.
Pueblo
(...) el pueblo no es soberano en el genuino sentido de la palabra. Porque en
puridad la noción de soberanía dice
de poder e independencia que están
supremamente separados por encima
del todo regido por el soberano. Y resulta evidente que el poder y la independencia del pueblo no se hallan supremamente separados por encima de
las gentes mismas. Del pueblo, así como del cuerpo político, tenemos que
decir que no son soberanos, sino que
tienen un derecho natural a la plena
autonomía o a gobernarse por sí y a
sí”.
“El pueblo ejercita ese derecho cuando establece una constitución, escrita
o no, del cuerpo político; o cuando un
pequeño grupo político se reúne para
aprobar una ley o tomar una decisión; o cuando elige a sus representantes. Pero este derecho siempre permanece con él. Es en virtud del mismo
por lo que fiscaliza al estado y a sus
funcionarios administrativos”. (O.c.
pág. 39)
“(...) pueblo es la multitud de personas
que, unidas bajo leyes justas, por la
mutua amistad y para el bien común
de sus humanas existencias, constituyen una sociedad política o un cuerpo
político”.
Soberanía
“Ningún concepto ha suscitado tanta
controversia y opiniones contradictorias, ni ha envuelto a los juristas y teóricos políticos del siglo XIX en un laberinto tan desesperante como el de soberanía”. (O.c. pág.43) “(...) la filosofía política debe desembarazarse tanto del concepto como de la palabra soberanía (...) tal concepto es intrínsecamente erróneo y está destinado a confundirnos si lo mantenemos y lo seguimos utilizando”. (O.c.pág. 44)
(...) En la esfera espiritual hay un concepto válido de soberanía. Dios, el Todo separado, es soberano sobre toda
la creación.(...)”. (O.c. pág.65) “Soberanía significa independencia y poder
que son separadamente y trascendentalmente supremos y que los ejerce el
cuerpo político desde arriba: porque
constituye un derecho natural e inalienable perteneciente a un todo (originalmente la persona del soberano), el
cual es superior al todo constituido por
el cuerpo político o pueblo, y que, consiguientemente, o se superpone a ambos o los absorbe. La cualidad así definida no pertenece al estado. Adscrita
a él, lo vicia. A este respecto hemos de
considerar especialmente tres implicaciones de soberanía:
Primero: con relación a la soberanía
externa, el estado soberano –cada estado soberano– está por derecho sobre la comunidad de las naciones y
disfruta de una independencia absoluta con respecto a la misma. Como consecuencia no es posible concebir ninguna ley internacional capaz de obligar a los estados de un modo consistente. Además, esta independencia absoluta es inalienable (irrenunciable),
porque en virtud de su misma noción el
estado soberano es una entidad monádica que no puede cesar de ser soberana sin cesar de ser un estado. (...)”
Segundo: en cuanto a la soberanía interna, el estado soberano dispone de
un poder que –en lugar de ser relativa -
mente supremo, porque en definitiva
algo debe hallarse en la cumbre para
decidir sin apelación– es un poder absolutamente supremo, como es inevitable en un todo monádico superpuesto
al cuerpo político o absorbiéndolo. Y
este poder absoluto del estado soberano sobre el cuerpo político, o el pueblo, es de lo más discutible, ya que el
estado se toma erróneamente por el
cuerpo político mismo o por la personificación del propio pueblo, ¿acaso
los individuos que lo integran no se
obedecen a sí mismos al obedecer al
estado? (...)”.
“Tercero: dispone de un poder supre -
mo ejercido sin responsabilidad. ¿Cómo podría concebirse esta noción de
la no responsabilidad del soberano si
no se refiriese a algo supremo separadamente y trascendentemente? Como
observa Robert Lansing, “el poder de
hacer todas las cosas sin responsabilidad” es coincidente con la Soberanía
de Dios. En cuanto a la soberanía humana, “podría definirse como el poder, en la medida de lo humano, de
hacer todas las cosas en la tierra sin
responsabilidad.(...) (O.c. pág. 66 y
67).
Pero si el estado es responsable y está
sujeto a supervisión, ¿cómo puede ser
soberano? ¿Cuál podría ser el concepto de una soberanía sujeta a fiscalización y responsable? En pocas palabras: está claro que el estado no es soberano. Ni tampoco lo es el pueblo,
como ya hemos visto. Ni tampoco éste
ejerce un poder sin responsabilidad.
Los dos conceptos de soberanía y absolutismo fueron forjados juntos sobre
el mismo yunque. Los dos deben ser
pulverizados juntos”. (O.c. pág.68)
Fines y Medios
“El problema de los medios, a mi entender, es doble: primero, el problema
de fines y medios; segundo, el del pueblo y el estado, o sea, de los medios
por los cuales el pueblo puede supervisar o fiscalizar al estado”. “El problema de los fines y los medios es el problema básico de la filosofía política”.
“¿Cuál es el objetivo final y la tarea
más esencial del cuerpo o sociedad
política? (...) Estriba (...) en mejorar las
condiciones de la propia vida humana, o procurar el bien común de la
multitud (...) la tarea política es esencialmente un trabajo de civilización y
cultura, de ayudar al hombre a conquistar su genuina libertad de expansión y autonomía (...) una labor de
progreso en un orden que es esencialmente humano o moral, pues la moralidad no persigue sino el verdadero
bien del hombre”.
“Hay dos caminos opuestos para entender la racionalización de la vida
política. El más fácil –que desemboca
en un mal fin– es el técnico o artístico.
El más fatigoso –pero constructivo y
progresivo– es el moral (...) Este es el
drama que está enfrentando la historia”.
“La ilusión propia del maquiavelismo
es la del éxito inmediato. La duración
de la vida de un hombre, o mejor, la
duración de la actividad de un príncipe, circunscribe la extensión máxima
de tiempo requerida para lo que yo
llamo éxito inmediato. Ahora bien,
éxito inmediato implica éxito para un
hombre, y no para un estado o nación,
de acuerdo con la duración adecuada
para las vicisitudes de uno y otra.
Cuando más temible parece la intensidad del poder del mal, más débiles en
duración histórica son las mejoras internas y el vigor vital logrados por un estado que utilice ese poder”. “Si es cierto que la política es algo intrísecamente
moral, la primera condición política de
un buen político es la de ser justo”.
“Hay otro tipo de racionalización de la
vida política, que no es artística ni técnica, sino moral. Esto implica el reconocimiento de los fines esencialmente
humanos de la existencia política y de
sus raíces más profundas: justicia, ley
y mutua amistad”.
En cuanto a “(...) los medios merced a
los cuales el pueblo pueda supervisar
o fiscalizar al Estado (...)” en “el estado democrático (...), la fiscalización
del estado por parte del pueblo, incluso aunque el estado trate de eludirla,
se halla inscripta en los principios y armazón constitucional del cuerpo político. El pueblo dispone de medios regulares, estatuidos por la ley, para ejercer su vigilancia. Elige periódicamente
a sus representantes y, directa o indirectamente a sus funcionarios administrativos. No solamente el pueblo destituirá a estos de sus cargos en los comicios siguientes a su elección, si desaprueba su gestión, sino que a través de
las asambleas de sus representantes
fiscaliza, supervisa y presiona a su gobierno durante el tiempo en que éste
ejerce el poder”.
“El pueblo cuenta con los medios –aún
cuando no los utilice directamente por
sí– de expresar la opinión pública a
través de la prensa, la radio y otros
elementos, cuando son libres”. También “está la presión de los grupos sociales y otros medios no institucionales
por cuyo conducto actúan sobre los organismos gubernamentales algunos
fragmentos del cuerpo político”.
Derecho del Hombre
“El fundamento filosófico de los derechos del hombre es el derecho natural”.
Elemento ontológico
“(...) En el aspecto ontológico el derecho natural es un orden ideal relativo
de las acciones humanas, una división
entre lo conveniente y lo inconveniente, lo adecuado e inadecuado, que depende de la naturaleza humana o
esencia y de las necesidades inmutables en ella arraigadas”.
“(...) El derecho natural mora como un
orden ideal en el ser de todos los hombres existentes”.
2. Elemento gnoseológico
“El derecho natural no es un código escrito. Los hombres conocen con mayor
o menor dificultad y en grados diferentes, corriendo el riesgo de equivocarse aquí y allá. El único conocimiento práctico que todos los hombres tienen en común de una manera natural e infalible, como un principio que no necesita demostración,
es que debemos hacer el bien y evitar el mal. Lo cual es el preámbulo y
principio del derecho natural, pero
no el derecho natural en sí”.
“(...) El derecho natural implica esencialmente un desarrollo dinámico, y
por qué la conciencia moral, o el conocimiento del derecho natural, ha
progresado desde la era de las cavernas de una doble manera: primero,
con respecto al modo con que la razón humana ha llegado a conocer de
una manera cada vez menos crepuscular, tosca y confusa, las reglas primordiales del derecho natural; segundo, con respecto al modo con que
alcanzó a conocer –siempre por el
conocimiento a través de la inclinación- sus normas ulteriores y más elevadas. Y ese conocimiento sigue progresando todavía y continuará progresando mientras dure la historia de
la humanidad”.
“La verdadera hazaña (...) del siglo
XVIII fue el sacar a plena luz los derechos humanos, también exigidos por el
derecho natural”. “Tal descubrimiento
se debió esencialmente (...) al (...) conocimiento a través de la inclinación,
desarrollado respecto de ellos”.
“La inmutabilidad del derecho natural
lo es con respecto a las cosas o al derecho en sí ontológicamente considerado, pero no en cuanto al progreso y
relatividad de la conciencia humana
en relación con el derecho.” Por eso en
la historia humana no hay “nuevos” y
“viejos derechos”.
La Fe Democrática Secular
“La democracia burguesa del siglo XIX
fue neutral incluso con respecto a la libertad. Así como no tenía un bien común, tampoco tenía un pensamiento
común auténtico (...)”. “Lo más importante en el seno del cuerpo político es
que el sentimiento democrático se
mantenga vivo por la adhesión racional, aunque diversa, a esa carta moral”.
La Carta Democrática debe contener:
“Derechos y libertades de la persona
humana”;
“Derechos y libertades políticas”;
“Derechos y libertades sociales y sus
responsabilidades”;
“Derechos y deberes de las personas
que forman parte de una sociedad familiar”;
“Libertades y obligaciones de ésta con
respecto al cuerpo político”;
“Derecho y deberes mutuos entre los
grupos y el estado”;
“Gobierno del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo”;
“Funciones de la autoridad en una democracia política y social, obligaciones morales –que obligan en conciencia- con respecto a las leyes justas, así
como a la Constitución que garantiza
las libertades del pueblo (...)”;
“Igualdad humana”;
“Justicia entre las personas y el cuerpo
político”;
“Amistad cívica e ideal de fraternidad;
“Libertad religiosa, tolerancia recíproca y mutuo respeto entre las diversas
comunidades espirituales y escuelas
del pensamiento”;
“Convicción cívica y amor a la patria”;
“Reverencia hacia su historia y herencia”;
“Obligación de cada persona respecto
del bien común del cuerpo político y”;
“Deberes de cada nación hacia el bien
general de la sociedad civilizada, así
como la nacesidad de adquirir conciencia de la unidad del mundo y la
existencia real de una comunidad de
pueblos sobre el planeta”;
La educación es, sin duda alguna, el
medio primordial para estimular la fe
común secular en la carta democrática”.
El Gobierno Mundial
Maritain citando a Mortimer Adler dice que “la única causa de guerra es la
anarquía”, es decir “la condición de
aquellos que tratan de vivir juntos, pero sin gobierno” y haciendo lo propio
con Stringfellow Barr, que expone los
argumentos de Alexander Hamilton en
“El Federalista”, expresa: “que el precio de la paz es la justicia, el precio
de la justicia la ley, el precio de la ley
el gobierno, y el gobierno debe aplicar la ley a hombres y mujeres, y no
meramente a los gobiernos subordinados”.
Para Tomás de Aquino, así como para
Aristóteles, la autosuficiencia (no digo
total, sino autosuficiencia relativa) es la
propiedad esencial de la sociedad
perfecta, que es a su vez la meta hacia
la cual tiende la evolución de las formas políticas humanas; y el primer
bien garantizado por una sociedad perfecta –un bien que se sustancia con
una vida y su unidad- es la paz interna y externa.”
“En el período de transición, o sea en
tanto que no se haya fundado un gobierno mundial, merced al único proceso nomal y genuino con que se engendran las sociedades políticas, o
sea, mediante el ejercicio de la libertad, la razón y la virtudes humanas”.
“(...) El objetivo final se halla claramente determinado. Una vez que haya
nacido la sociedad perfecta requerida
por nuestra época histórica, o sea la
sociedad política mundial, estará obligada en justicia a respetar en la mayor medida posible las libertades
–esenciales para el bien común mundial de la vida política, moral y cultural, que serán sus partes más valiosas;
pero los estados particulares tendrán
que renunciar a su independencia
plena (...) y el estado mundial disfrutará (...) los poderes requeridos por una
sociedad perfecta: poder legislativo,
ejecutivo y judicial, con la fuerza
coactiva necesaria para imponer la
ley. Quisiera añadir que la Constitución en la cual quizás definan algún
día los derechos y deberes, así como
las estructuras gubernamentales de tal
estado mundial, serán unicamente el
fruto de los esfuerzos comunes, experiencias y duras pruebas porque habrá
pasado la historia presente y futura”.
“No sería positivo (...) utilizar la concepción de un Gobierno Mundial como arma contra las precarias y limitadas entidades internacionales que,
momentánemente, sólo existen como
medios políticos a disposición de los
hombres para mantener una tregua
entre las naciones”.
Conclusiones
Esta relectura de Maritain nos obliga
hoy, frente a la crisis argentina y al
contexto mundial que la rodea, a pensar que nuestra democracia:
Debe tener como punto de partida la
dignidad de la persona humana, el
respeto su vida, su libertad y trabajo,
como sus bienes esenciales.
Necesita el respeto de los derechos
humanos, para lo cual hay que profundizar los de tercera generación y
los de incidencia colectiva.
Tiene que mejorar la representación
política para lo que hay que hacer una
reforma política.
Hay que profundizar la educación política del ciudadano y de los dirigentes.
Tienen que definirse los límites de
lo público y lo privado y las competencias de la sociedad política
y el estado, sus niveles y órganos.
Tiene que definirse las pautas de la ética pública, para tener una gestión pública más transparente y sin corrupción.
Hay que hacer efectivo el imperio de la
Constitución y la ley.
Tiene que hacerse efectivo los principios
d e división y limitación de poderes.
Hay que profundizar el debate político
para tener una opinión pública más
informada y madura, lo que implica
una política respecto de los medios de
comunicación.
Tiene que pensarse seriamente en un
gobierno mundial, o por lo menos una
gobernabilidad del mundo.
Sobre estas bases el maestro Jacques
Maritain nos propone –treinta años
después de su muerte– “realizar la democracia”.