Una carta de lectores de La Nación propuso que al Senado de la Nación no se lo llame más Honorable, por los últimos escándalos de alguno de sus integrantes. La Constitución nunca usó esa expresión, sin embargo se lo calificó así desde el acta de su primera sesión ordinaria, del día 24 de octubre de 1854, dos días después que el Congreso reunido en Asamblea, con 14 senadores y 20 diputados, lo había hecho en la Iglesia de la Matriz de Paraná, ciudad en la que funcionó hasta 1861.

El primer escándalo, a que se alude, fue el de las supuestas coimas cobradas algunos ex senadores, hoy procesados, Emilio Cantarero (PJ Salta), y José Genoud (UCR Mza.) para votar a favor de la ley laboral 25.250, en la sesión del 26 de abril de 2000, pagada con fondos de los Servicios de Inteligencia del Estado (S.I.D.E.). La denuncia la hizo el senador Antonio Cafiero y los periodistas María Fernanda Villosio y Joaquín Morales Solá en 2001, siendo presidente Fernando de la Rúa y Ministro de Trabajo Alberto Flamarique. Esto motivó la renuncia del vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, aceptada el 11 de octubre de ese año. A fines de 2003, el “arrepentido” Mario Pontaquarto, que fue Secretario Parlamentario del Senado a la fecha de aquella sesión, amplió la denuncia e hizo reabrir la causa penal. El segundo escándalo fue en 2003 cuando esta Cámara no excluyó de su seno al senador Luis Barrionuevo, por los graves incidentes que hicieron suspender los comicios de la provincia de Catamarca.

Estos hechos, sin precedentes, recuerdan otros no menos graves sucedidos en su historia, como el asesinato en el recinto, por alguien del público, del senador electo por Santa Fe Enzo Bordavehere en la sesión del 23 de julio de 1935 cuando el senador Lisandro de la Torre hacía la interprelación por el comercio de carnes. Al atentado con explosivos sufrido por el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, cuando intentó hacer arrancar su automóvil en el garage de calle Marcelo T. de Alvear 1276, el 21 de noviembre de 1973, atribuido a “Triple A”, que dirigía el ministro José López Rega; organización que además amenazó a varios senadores durante el año anterior al golpe militar del 24 de marzo de 1976. A este senador por Chubut también le estalló una bomba en su casa de Puerto Madryn en 1975 y el 17 de agosto de 1976 fue secuestrado, junto al ex diputado nacional Mario Abel Amaya (UCR Chubut), y luego se supo que estaba detenido, y un año después optó por salir del país, Amaya fue asesinado. Ese año, el 14 de abril, también desapareció para siempre el senador Luis Agustín Carnevale (PJ Cba.), de 65 años de edad.

Entre 1930 y 1983, el el Senado y el Congreso fueron clausurados durante 23 años, 2 meses y 18 días, por los 6 golpes de estado que quebraron la continuidad constitucional.

A poco de inaugurar el actual Palacio Legislativo, el presidente José Figueroa Alcorta, disgustado con los legisladores que no le aprobaban el presupuesto, por decreto del 25 de enero de 1908, clausuró al Congreso, y ante el intento de las cámaras de reunirse para desconocer a dicho decreto, el Poder Ejecutivo ordenó al Jefe de Policía coronel Ramón L. Falcón, ocupar el edificio del Congreso, y no dejar entrar a ningún legislador, lo que hizo el  27 de enero de 1808, con 100 bomberos al mando del coronel José Calaza.

En 1862 las cámaras del Congreso se trasladan a Buenos Aires, y sesionan en la Legislatura Provincial, de calle Perú 272; y desde 1864 hasta el 15 de diciembre de 1905 lo hicieron en el edificio construido en la ochava de calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) 318 al 330, con un recinto donde se alternaban para reunirse (hoy está dentro del edificio que fuera del Banco Hipotecario Nacional). En la presidencia de Nicolás Avellaneda y por el levantamiento del gobernador de Buenos Aires Carlos Tejedor, entre el 8 de junio y el 21 de setiembre de 1880 el Congreso sesionó en la Municipalidad de Belgrano, y sancionó 14 leyes entre ellas la de capitalización de Buenos Aires, mientras el presidente despachaba en Chacarita.

La estabilidad permite hoy a Eduardo Menem, senador desde 1983, tener el record de permanencia en su banca, y a su hermano Carlos Saúl de suplente; pero por el Senado pasaron prestigiosos políticos como los constituyentes de 1853: Facundo Zuviría, Pedro Ferré, Manuel Leiva, Martín Zapata, Luciano Torrent, Regis Martínez y Salustiano Zavalía; varios presidentes de la República como Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Julio A. Roca, Miguel Juarez Celman, Manuel Quintana, Roque Sáenz Peña, Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa -que fue mejor senador que presidente- y Eduardo Duhalde; y los vicepresidentes de la Nación Salvador María del Carril, Juan Esteban Pedernera, Marcos Paz, Julio A. Roca (hijo), Alberto Teisaire y Carlos Perette. Otros vicepresidentes, que terminaron el mandato de sus presidentes después fueron senadores, como Carlos Pellegrini, José Evaristo Uriburu y José Figueroa Alcorta. Otros fueron luego jueces de la Corte Suprema de Justicia, como lo es hoy Juan Carlos Maqueda, y hasta presidente de la misma, como Salvador María del Carril y José Figueroa Alcorta. Muchos ministros y gobernadores fueron y son senadores. También lo fueron Dalmacio Vélez Sársfield, Leandro N.Alem, Tomás Guido, Valentín Alsina, Joaquín V. González, Dardo Rocha, Mariano Fragueiro, Aristóbulo del Valle, Alfredo Palacios, Pablo Ramella, Eduardo Gamond, José Antonio Allende, Francisco Cerro y Raúl Baglini, para citar sólo a algunos.

Los senadores no son los “padres de la patria”, como con ironía los llamábamos los diputados, por el estilo más sereno y ceremonioso que los caracteriza. Pero el Senado, que junto al Congreso, cumplen este año su sesquicentenario, diseñado según el modelo de la Constitución Norteamericana, no es una cámara débil que ratifica lo que aprueba Diputados, sino que tiene parecidas prerrogativas, y algunas otras que lo convierten en una especie de Consejo de Estado. William Gladstone dijo, refieriéndose al Senado norteamericano pero que es válido también para el nuestro, que era “el más extraordinario de todos los inventos de la política moderna”, y James Bryce que “se trataba de la pieza maestra de los constituyentes".

El Senado es una institución fundamental de la República, que nadie cuestiona como tal, por lo que su honorabilidad no puede ni debe ser puesta en duda, aunque entre sus integrantes pudo o puede haber quienes no merezcan ser tratados de Honorables.

Córdoba, enero de 2004.

(*) Es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional y Católica de Córdoba, fue diputado de la Nación y es autor del libro Derecho Parlamentario Argentino.