El que introduce en la urna el día del comicio un sobre vacío o con un papel adentro, que no sea una boleta oficializada de candidatos, no vota, aunque a ese sobre se lo considere, en el escrutinio y en el Código Electoral Nacional, "voto" en blanco. El voto obligatorio que impone la Constitución es más que nada un deber moral, porque sólo sanciona al que no va a votar, y no lo hace con el que no vota, ya que nadie puede ser compelido a hacerlo, por ser un acto libre y voluntario, un derecho del ciudadano.

Si al escrutar una urna todos los sobres estuvieren vacíos, se los contaría como "votos" en blanco, pero las autoridades no podrían legalmente sancionar a los que pusieron los sobres vacíos, a pesar de estar identificados.

QUE SE QUEDE EN SU CASA

El que pone en la urna un sobre vacío o anula su voto no deberían ser obligados a ir a votar. Es mejor que se quede en su casa, ya que pierde tiempo y se lo hacen perder a los que están después de ellos en la cola para sufragar, a los presidentes de mesas, a los fiscales de los partidos y a la Justicia Electoral; que tienen que esperar, verificarle el documento, firmar y entregarle el sobre, esperarlo que salga del cuarto oscuro, devolverle el documento sellado y más tarde, de esta parodia de votación, tienen que escrutarle el voto que no puso.

Con la proscripción del peronismo, después de 1955, se usó el voto en blanco para protestar contra ello, y en estos tiempos algunos exhortan a votar o a hacer anular el voto para contrariar al gobierno, a los partidos, a los políticos y, en definitiva, a la política. Algunos, en las últimas elecciones de constituyentes en Córdoba, introducían en el sobre un reclamo de cloacas para el barrio en que vivían. En la democracia es lícito y bueno que la gente proteste, pero no es esta la forma de hacerlo.

La Izquierda Unida y la Unión Vecinal propusieron en la última Convención Constituyente de Córdoba reformar la Constitución para que los votos en blancos se computen en las elecciones legislativas y que las bancas que les hubieran correspondido se resten del órgano legislativo. Esto tiene de absurdo que en caso que los votos en blanco y anulados fueren más de la mitad habría que cerrar el parlamento, y en caso de no llegarse a esta cantidad se arroja a una parte de la oposición afuera del órgano legislativo. Ambas cosas son contrarias a la democracia constitucional, porque este es el único sistema político que incorpora a su seno a quienes gobiernan y a la oposición y estos, con este proyecto, quedarían afuera del sistema. En los gobiernos autoritarios la oposición está "desaparecida", en el exilio, en la cárcel y, en el mejor de los casos, en la plaza o en las calles, pero nunca en el gobierno, ni en el Poder Legislativo, que no existe en estos regímenes o es una mera fachada.

HAGAMOS ALGO

Comprendo que la crisis es muy profunda, que el país está mal, que todos hemos sido defraudados con promesas electorales incumplidas, que el uso de los cargos políticos para beneficio personal es una corruptela insoportable, que existe ineptitud en muchos de nuestros dirigentes y que la oferta electoral no muestra renovación, porque se repiten -muchas veces- las mismas caras de siempre. Pero con borrarnos y no participar no ganamos nada, y mucho menos si a esta actitud la premiamos con bancas vacías. Si no hacemos algo no vamos a salir de esta situación. El que no vota le transfiere su decisión y responsabilidad a los demás para que decida por él y no tiene derecho de quejarse de que los otros deciden mal, ni que el porcentaje electoral de los partidos o alianzas que reciben votos efectivos aumente, al no contabilizarse los llamados votos en blanco o anulados. 

¿Qué hacer frente a las elecciones? - Estudiar las opciones y si no encontramos lo que buscamos, votar al menos malo. Pero con esto no alcanza, hay que entrar en los partidos políticos, fundar otros nuevos, expresar las opiniones y propuestas públicamente y a los que tienen algún liderazgo, por su formación profesional o por su peso social, que no vacilen en participar en política. El país de hoy y el de nuestros hijos y nietos lo necesita.

En esta última zambullida política, que me significó ser convencional constituyente y ahora candidato a diputado de la Nación por Córdoba, he podido comprobar que la política tiene un sabor diferente a la de hace diez años, cuando ejercí ese cargo, porque el prestigio de los políticos está por el suelo y la agresividad en el debate político es una carga difícil de llevar. Pero, más allá de la necesaria e imprescindible reforma del sistema electoral, que facilitará la renovación y la calidad de la representación, hay dos caminos a recorrer: participar para intentar salir de esta situación o dirigirnos al aeropuerto de Ezeiza, como tantos. No hacer nada es caminar hacia el precipicio. ¡Elijamos!

Córdoba, octubre de 2001.