Con este título aborda Jorge Reinaldo Vanossi, en uno de sus libro, uno de los temas más arduos del Derecho Constitucional y que en forma práctica hemos vivido los argentinos en la última elección presidencial.

Néstor Kirchner y Daniel Scioli, con el 22 por ciento de los sufragios, fueron elegidos, en la primera vuelta electoral del 27 de abril, junto a la fórmula Carlos Menem y Juan Carlos Romero, que obtuvieron el 24 por ciento, para disputar la segunda vuelta. La renuncia de estos dos últimos, motivada por una segura y contundente derrota electoral -según los datos de las encuestas-, dejó a los primeros en condiciones de ser proclamados presidente y vicepresidente por parte del Congreso reunido en Asamblea.

Estos comicios no fueron convocados en los dos meses anteriores a la conclusión del mandato del período iniciado por el presidente Fernando de la Rúa, que vencía el 10 de diciembre, y los proclamados ganadores asumieron seis meses antes de esta fecha, lo que es contrario a lo que establece la Constitución (art. 95), y para cumplir un mandato de 4 años, 6 meses y 15 días, en virtud de una modificación de la ley de Acefalía (20.972), contraria a nuestra Ley Fundamental (art. 90).

Sin embargo, esta elección se ha hecho de acuerdo con el procedimiento fijado por la Constitución y el Código Electoral Nacional (ley 19. 945), aunque respecto de este tipo de renuncias no se haya previsto en dichas normas quién y como debe aceptarla o rechazarla, y quién debió suspender el ballottage del día 18 de mayo. Opino que lo debió hacer el Congreso reunido en Asamblea, que fue quién convocó a la segunda vuelta, y quién proclama a los electos, pero ello no empaña en nada el resultado de los comicios ni la constitucionalidad del procedimiento electoral. Podemos afirmar, entonces, que Kirchner es un presidente constitucional.

Pero estos mandatarios ¿tiene legitimidad de origen? y si la tienen la misma ¿no está debilitada por haber sido la segunda mayoría de la primera vuelta, con sólo del 22 por ciento de los votos? 

-El nuevo presidente y vicepresidente al haber sido elegidos de acuerdo con la Constitución tiene el consenso suficiente que la misma exige y no necesita más que ello para tener la legitimación de origen, aunque lo ideal hubiera sido que se haga la segunda vuelta y que el resultado haya sido contundente, como estimaron, seguramente, Menem y Romero al renunciar.

La representación política se expresa de acuerdo con los procedimiento que fija la Constitución y las leyes. Poco interesa que un porcentaje de los votos obtenidos en la primera vuelta por Kirchner, sean de él o de su padrino político Eduardo Duhalde, ni si los a la postre triunfadores fueron segunda mayoría el 27 de abril, o sólo alcanzaron el 22 por ciento de sufragios. La fórmula ganó porque el pueblo así lo quiso, según los mecanismos constitucionales. 

Lo que sigue es el plebiscito de todos los días, la legitimidad de ejercicio del poder, para lo cual hay que gobernar según el mandato popular, escuchar a los electores, decidir en función del bien común, crear consensos, respetar la división de poderes y demás límites fijados por la Constitución y rendir cuentas de los actos de gobierno al pueblo que es quién tiene la autoridad y el mando. 

Iniciamos una nueva etapa, con una nueva generación de políticos, con un pueblo que espera ser correspondido por su masiva y madura participación en los comicios del 27 de abril, con el religioso respeto de sus derechos reconocidos en la Constitución, con el afianzamiento de las instituciones, con la reconstrucción de los partidos políticos -ausentes en esta contienda electoral- y el sistema de partidos, con la construcción de una mayoría parlamentaria y la integración de todo el país, atento que a los líderes del interior profundo del país, ha quedado extrañamente ausentes en el primer gabinete del presidente electo.

La representación política se gana mediante elecciones, pero los electos todos los días deben revalidar títulos, para lo cual deben mantener una buena comunicación con sus electores; deben afrontar próximas elecciones, como las legislativas, las de autoridades provinciales y municipales; escuchar a la opinión pública expresada a través de los medios y en las muy saludables consultas populares, a las que no estamos muy habituados, pero que en el futuro esperemos que sean más frecuentes. Las encuestas a diario expresan el estado de opinión de la sociedad. 

Representar quiere decir: presentar de nuevo, hacer presente algo o a alguien que no está presente, en este caso Kirchner ha recibido del pueblo un mandato o delegación, para que actúe según y de acuerdo con los intereses del mismo, que deberá ejercer con responsabilidad y dentro del marco legal donde están delimitadas sus competencias.

Córdoba, mayo de 2003