Los 29 congresistas – de los cuales 17
eran abogados y 11 eclesiásticos - que declararon la independencia en San
Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816 lo hicieron en nombre de las “Provincias
Unidas de Sud América” y al hacerlo nos incorporaron al concierto de
las naciones libres y soberanas del mundo.
Pero esta nueva Nación no tenía, en ese
momento, definido su nombre, su territorio, su población, su forma de gobierno,
ni como se organizaría el estado.
Las actas del Congreso nominaban a las
Provincia Unidas, como de “Sud América” y no “del Río de la Plata” como lo
hicieron las del Cabildo de Buenos Aires el 25 de mayo de 1810 cuando eligió la
Primera Junta de Gobierno presidida por Cornelio de Saavedra.
En Tucumán no estuvieron representadas
las provincias del litoral, ni la Banda Oriental (Uruguay) y Paraguay –que
luego se declararían independientes- ni la Patagonia, habitada por pueblos
originarios. Había diputados del Alto Perú, que más adelante se convertiría en
la República de Bolivia.
Su forma de gobierno y de estado se
discutió durante 37 años hasta que en 1853 se juró la Constitución. Primero se gestionó
en Europa el traer un príncipe, para establecer una monarquía. Manuel Belgrano
le propuso a los congresistas, el 6 de julio, un inca como monarca que tendría
por capital el Cuzco, concretamente a Juan Bautista, un hijo de Tupac Amaru. Mas
tarde prevaleció la idea republicana que se ensayó en constituciones que no
llegaron a tener vigencia.
Luego vendría la disputa entre federales
y unitarios y al final las discusión entre los que querían más autoridad –
recordemos lo de “las facultades extraordinaria y la suma del poder público” de
Juan Manuel de Rosas- y los que querían más libertad, como Esteban Echeverría,
que las resumía en “Las 15 palabras simbólicas”: Dios,
libertad, vida, trabajo, honor, identidad, dignidad, justicia, derecho,
igualdad, paz, equidad, verdad, bien y desarrollo,
La Constitución de “la Confederación
Argentina” –republicana y federal- de 1853,
cambió su nombre por el de “la Nación Argentina”, cuando en 1860 se reformó
para incorporar a Buenos Aires, pero allí se declaró que los nombres oficiales
serían: “Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina,
Confederación Argentina (…), empleándose las palabras “Nación Argentina” en la
formación y sanción de las leyes” (Art. 35), se
omitió de “Sud América”, como se las llamó en el Congreso de Tucumán.
A 200 años de la Declaración de la Independencia,
en un momento que en nuestro país, en la región y en el mundo se revisan muchas
decisiones, me parece bueno rescatar el ideal sudamericanista de nuestros padres
fundadores, ya que nuestro país necesita revisar sus proyectos de integración
con los países vecinos, que alguna vez pudieron ser parte de las Provincia
Unidas, como ocurre con los que integramos el Mercosur, que está en crisis, y que
tiene un órgano deliberativo el Parlasur, que está muy debilitado. Estos
acuerdos y órganos cuando se crearon no sólo tenían por finalidad fijar
aranceles o facilitar el intercambio comercial, sino se hicieron con el
propósito de integrarnos políticamente, objetivo del que nos encontramos lejos
todavía,
Además en la región debemos colaborar
para:
· resolver la situación de los presos políticos y la revocatoria de Nicolás Maduro en Venezuela, en los términos de la Carta Democrática Interamericana;
· ampliar y concluir el acuerdo de alto el fuego que firmó Colombia con las FARC para pacificar ese país;
·
concluir con el
análisis y negociación de los acuerdos
entre Mercosur y la Unión Europea y la “Alianza del Pacífico”; y
·
erradicar la pobreza y
el narcotráfico.
Córdoba, junio de 2016.