En los últimos tiempos, se especula con que el gobernador Juan Schiaretti podría ser candidato a intendente de la ciudad de Córdoba, teniendo en cuenta que en su gestión ha hecho importantes obras públicas en la misma y porque su experiencia política permitiría revertir el estado de grave abandono que muestra la capital luego de una década de malos gobiernos.

Aceptar este desafío no contradice a norma alguna, y contribuiría a mejorar la pobre oferta electoral que hay hasta este momento.

El precandidato más firme a intendente es hoy el abogado de 37 años Ramón Javier Mestre (UCR), que intenta mostrar madurez como persona y como político, y que tiene las mismas cualidades de líder y de firmeza que tuvo su extinto padre, Ramón Bautista Mestre, cuando fue intendente entre 1983 y 1991. Para ello, en el año 2007 se postuló para intendente, pero sólo fue elegido concejal; y, dos años después, con una muy buena votación, fue elegido senador de la Nación.

Los demás precandidatos: Eduardo “Lalo” Barrionuevo, Rubén Borello, Héctor Campana, Juan Manuel Cid, Eduardo García, Diego Hak, Walter Nostrala, Miguel Ortiz Pellegrini, Marcelo Pascual, José María Las Heras, Leonardo Limia, Guillermo Luque, Olga Riutort, Laura Sesma, Mario Rey, Carlos Vicente y Graciela Villata, si no me olvido de alguno, no muestran, salvo honrosas y discutibles excepciones, calidades de liderazgo, propuestas convincentes ni una estructura política suficiente que respalde sus aspiraciones. Alguno de ellos tienen capacidad e ideas para ejercer el cargo, pero les falta liderazgo o son poco conocidos, y, otros, demuestran tener más vocación por ser candidatos a viceintendente o concejal que a jefe de la Municipalidad.

Bajar un escalón. El gobernador, que con razón se niega a tomar decisiones respecto de las elecciones del año 2011 hasta que no se aclare cómo, cuándo y entre quiénes se librará la elección presidencial, no quiere convocar a elecciones ni anunciar si será candidato en los próximos comicios; pero ha hecho saber que descarta postularse para la intendencia capitalina, sin dar razones.

Hay quienes suponen que lo hace porque ser candidato a intendente sería bajar un escalón después de haber sido gobernador.

Pero si la política es un servicio dirigido al bien común y la ciudad necesita de un liderazgo fuerte para salir del pantano en que está inmersa, no veo por qué debe tomarse esta posibilidad como una humillación.

Más allá de lo difícil del desafío, afrontarlo, para un político experimentado, no sé si no es más importante que ser candidato a vicepresidente, como en algún momento se especuló, especialmente si tenemos en cuenta las experiencias de los últimos que ejercieron ese cargo (Carlos “Chacho” Álvarez que renunció por lo de la Banelco; Daniel Scioli, que tuvo serios choques con la senadora Cristina Fernández, esposa del entonces presidente Kirchner; y Julio Cobos, al desempatar las votaciones de la resolución 125 y el 82 por ciento para los jubilados)

No es poca cosa ser intendente de la Docta; a cualquiera de los que transitamos la vida política no nos disgustaría tener ese honor. No olvidemos que, además de su historia, la ciudad cuenta con un extenso territorio (576 kilómetros cuadrados), que es más del doble del que tiene la Capital Federal (200 kilómetros cuadrados), y que, después de esta, es la urbe más poblada del país (1,3 millón de personas), con más habitantes que 18 de las 23 provincias argentinas y de 10 de los 50 estados norteamericanos.

Lo que pasó en California. En otros lugares, estos pruritos se resuelven con un sentido más práctico. El pasado 3 de enero, a las 11 horas, asumió en Sacramento, capital de California, el gobernador Edmund Gerald “Jerry” Brown junior. Se trata de un político del Partido Demócrata que en su juventud fue seminarista católico y que tres veces se postuló para presidente de Estados Unidos. Asumió en reemplazo del actor de cine Arnold Schwarzenegger, un republicano de origen austríaco, que gobernó durante siete años el estado más poblado del país (37,2 millones).

Jerry Brown, de 72 años, es el gobernador con más edad que tuvo el estado desde 1850, y es hijo del mejor de sus predecesores, Edmund “Pat” Brown. El acto de asunción fue una austera ceremonia, atento al deplorable estado de las finanzas estatales

Brown junior, cuando tenía 36 años, había sido el gobernador más joven de la historia, durante dos períodos (1975 y 1983), en reemplazo de otro actor, venido a político republicano, Roland Reagan, que tres años después sería elegido presidente de los Estados Unidos. Después de ser gobernador, fue mayor (intendente) de Oakland (1999 y 2007), ciudad vecina de San Francisco que tiene 422 mil habitantes, del tamaño de la ciudad de Avellaneda (340 mil), lo que le sirvió para derrotar a la empresaria republicana Meg Whitman, que gastó en la campaña para la gobernación 160 millones de dólares contra 57 que invirtió Brown.

No conozco las razones por las que Schiaretti rechazaría la candidatura a intendente, pero este ejemplo le puede servir para tomar una buena decisión, o para poder dar luego, en caso de no aceptar, una explicación satisfactoria.