Como ocurriera el 11 de mayo pasado, cuando inauguramos la Cátedra libre Jacques Maritain en la Universidad Nacional tratando el tema “Pluralismo Religioso y Democracia”, no nos hemos propuesto hacer una simple evocación de quién fuera uno de los más grandes filósofo del siglo XX; y que visitara a esta ciudad hace setenta años, acontecimiento que celebraremos con un encuentro internacional los día 6 y 7 de octubre próximo; sino que aspiramos a que su pensamiento nos ilumine, y que sirva a las jóvenes generaciones, que poco conocen de su comprometida obra intelectual, para entender los graves problemas de nuestro tiempo.                                   

         Este año nos propusimos, desde el Instituto Maritain, desarrollar la idea de “Pluralismo”, que el Maestro en vida asoció a la idea de la construcción de la sociedad democrática, pero que hoy es necesario precisar en su alcanse para diferenciarla del relativismo, el pragmatismo o el fundamentalismo.

         El presidente Néstor Kirchner, en su discurso del 25 de mayo pasado, habló de que su "sueño es ayudar a construir una Argentina más plural” y abrió un debate acerca del sentido de este concepto, que nosotros no queremos limitar, en estos encuentros, al ámbito político, sino que aspiramos a extender, como lo haremos en este acto, también, a lo religioso y a los derechos humanos, y que, en sucesivos paneles, lo analizaremos en el ámbito de la cultura, la educación, la economía, la administración, los medios de comunicación, etcétera. Pienso, por ejemplo, que en esta Casa podríamos organizar un panel, para que desde distintos pensamientos, se trate la reforma de la ley federal de educación, y participemos así del debate propuesto por una reciente ley del Congreso. La Facultad de Educación de esta Universidad podría contribuir en la realización de este evento, como lo hizo en el Simposio de 2004, en que se recordó los 30 años de la muerte de Maritain, del que salió un libro, con las distintas ponencias que se presentaron, que tuve el alto honor de entregar en mano, hace dos meses en Roma, a Su Santidad el Papa Benedicto XVI.

         Con motivo de que el próximo 11 de junio se cumplirán cien años del bautismo de Jacques Maritain y su esposa judía, nacida en Rusia, Raïssa Oumansoff, siendo su padrino el escritor rebelde León Bloy, hemos decidido tratar en este acto el tema “Pluralismo Religioso y Derechos Humanos” dos temas centrales de su pensamiento, el primero ligado a su fe, y ambos de gran interés en el mundo de hoy.

Ha habido en la historia y hay hoy graves conflictos y guerras, donde se ha atentado gravemente contra los derecho humanos y el pluralismo religioso. La pasión y la crucifixión de Cristo fue el ejemplo más notable, como lo había sido antes el sometimiento a la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto, y como ocurrió después con la persecución de los cristianos, las cruzadas, los excesos de la inquisición, la expulsión de los jesuitas y la disolución de la Compañía de Jesús, hasta llegar a nuestro tiempo con los holocaustos, primero del pueblo Armenio, y más tarde la Shoah, o el holocausto dispuesto por el régimen nazi para el exterminio de los judíos, para citar sólo algunos casos. A esto se agregan los actuales conflictos entre el Estado de Israel y los palestinos, los atentados del terrorismo fundamentalista contra la Embajada de Israel y el AMIA, en Buenos Aires,  las Torres Gemelas, en Nueva York, y el de Atocha, en Madrid, o el que causó miles de muertes y desaparición de persona en nuestro país, durante la pasada década del setenta, entre los que hubo ministros y fieles de distintos credos.

         En la reciente visita a Auschwitz-Birkenau Benedicto XVI habló del “silencio de Dios”, concepto que parece extraído de la teología hebraica, que nos obliga hoy a no eludir la difundida afirmación, de que en su momento, cuando ocurrió el horror nazi, como cuando sucedió el nuestro de la década del 70, hubo un excesivo silencio de parte de los hombres y hasta de muchos cristianos.

         Maritain, al referirse a “la unidad de la ciudad pluralista”, decía en el Humanismo Integral, que: “Tal unidad temporal no sería, como la unidad sacra de la cristiandad medieval, una unidad máxima; sería, por el contrario una unidad mínima, cuyo centro de formación y de organización estaría situado en la vida de la persona; y no en el nivel más elevado de los intereses supratemporales de ésta, sino a nivel del plano temporal mismo. Por ello, esta unidad temporal o cultural no requiere por sí la unidad de fe y de religión; y puede ser cristiana acogiendo en su seno a los no cristianos.” Afirmaba, además, que “la ciudad pluralista multiplica las libertades”.  Al referirse a los derechos, el filósofo francés expresaba que: “El primero de esos derechos es el de la persona humana a encaminarse hacia su destino eterno por el camino trazado por Dios. Frente a Dios y a la verdad, aquella no tiene el derecho de escoger a su antojo cualquier camino; debe escoger el camino verdadero, por cuanto está en su poder conocerlo. Pero frente al Estado, a la comunidad temporal y al poder temporal, es libre de escoger su vía religiosa a sus riesgos y peligros; su libertad de conciencia es un derecho natural inviolable.”

            Con estos propósitos e ideas dejo inaugurada la Cátedra Jacques Maritain en la Universidad Católica de Córdoba.

Este es el tema del momento y cualquier alumno, profesor o quién lea esta página puede hacer las preguntas, observaciones, pedir ampliaciones o efectuar el comentario que estime conveniente a través de e-mail

La inauguración de la Cátedra Jacques Maritain, en nuestra antigua y querida  Universidad Nacional de Córdoba, quiere venir a llenar una sentida necesidad, cual es: la de reabrir el debate a cerca de los graves problemas que aquejan a nuestro mundo y a nuestra sociedad en el recientemente iniciado siglo XXI, en el que, es de lamentar, se han devaluado los grandes principios que supieron dar coherencia a la democracia y a la convivencia pacífica, y donde el pluralismo, que profesamos, como una de las calidades de nuestro modo de vida democrático, necesita ser redefinido, sino queremos caer en relativismo o pragmatismo.

            No queremos, con esta Cátedra libre, hacer una simple evocación de quién fuera uno de los más grandes filósofo de la democracia en el siglo XX, y que visitara a esta ciudad hace setenta años, acontecimiento que celebraremos con un encuentro internacional en esta misma alta casa los día 6 y 7 de octubre próximo, sino que aspiramos a que su pensamiento nos ilumine, y sirva a las jóvenes generaciones que poco conocen de su comprometida obra intelectual, para entender los graves problemas de nuestro tiempo.       

Este año nos hemos propuesto instalar en Córdoba, como eje de este debate, el tema “Pluralismo”, concepto que el Maestro desarrolló con precisión en su discurso y que asoció a la idea de la construcción de la sociedad democrática, a la que tanto contribuyó en la época en que le tocó vivir, ganada por los autoritarismos y los totalitarismos.

El tema “Pluralismo y Democracia” que hoy analizará el profesor doctor Carlos Daniel Lasa y el calificado panel que lo acompaña; integrado por los profesores, Guillermo Barrera Buteler, Ricardo del Barco, Pablo Riberi y Juan Fernando Brugge; no agotará la cuestión ya que el pluralismo necesitará ser estudiado también desde el punto de vista religioso y de los derechos humanos, como se hará el próximo 8 de junio cuando inauguremos, también, la Cátedra Jacques Maritain, en la Universidad Católica de Córdoba; o el Pluralismo y Administración, que próximamente tratará la Cátedra que inauguremos en la Universidad Siglo XXI, o desde el ángulo cultural, científico, educativo, estético, etcétera, como ocurrirá, seguramente, en próximos eventos.

            Jacques Maritain nos propuso una “ciudad de la persona o una democracia de la persona” y si “estamos orientados hacia un nuevo humanismo, humanismo que ya no será antropocéntrico sino teocéntrico, y en el cual la cultura tratará de dar testimonio de la presencia divina en lo más profundo de lo humano, no hay duda de que la obra común de los hombres tendrá como fin la realización de un ideal heroico, que muy bien puede ser el amor fraternal(...) La acción política tiende a un bien común, a una paz común, a una obra en común; y eso no puede realizarse si no es reuniendo a todos los miembros de la ciudad terrestre (los cuales de hecho pertenecen a familias espirituales diversas) en un convivium de actividades temporales armoniosamente organizado.”[1]

            En el Humanismo Integral, escrito por el Maritain en 1934, el Maestro afirma al proponer el “Ideal histórico para una nueva cristiandad”, fundado en una concepción profano-cristiana en vez de sacro-cristiana como fue en el medioevo, que “la sociedad civil no se compone únicamente de individuos, sino de sociedades particulares formadas por ellos; y una ciudad pluralista(...)reconocerá a estas sociedades particulares una autonomía tan amplia como sea posible, diversificando su propia estructura interna según las conveniencias típicas de su naturaleza”; una economía al servicio del hombre y desde el punto de vista legal deberá admitirse “dentro de ella (que) los infieles vivan como los fieles y participen en el mismo bien común temporal”. “La ciudad pluralista multiplica las libertades(...)esta solución conduce de nuevo a la unidad de la comunidad temporal, que esencialmente y por naturaleza es una simple unidad de amistad.” Fernando Martínez Paz expresa que la propuesta del filósofo francés era “Una cristiandad que tenga como uno de sus rasgos característicos la ‘conquista de la libertad de autonomía’, no en el sentido kantiano sino en el que le dieron Aristóteles y San Pablo y que reconozca la dignidad de la persona humana.”

            Arturo Ponsati decía que “una sociedad democrática es aquélla que, merced al reconocimiento del pluralismo religioso, filosófico e ideológico, busca el fundamento de la convivencia, no en los temas a que alude la división, sino en algunos dogmas prácticos que resultan fundamentales a una sociedad de hombres libres, ya que sin su admisión ella se convierte”, según Maritain, “en una sociedad sin la menor idea de sí misma y sin  fe en ella, sin ninguna fe común que le permita resistirse a la desintegración(...)La fe en cuestión es una fe cívica y secular, que no religiosa. No es el sustitutivo de la fe religiosa que buscaron en vano los filósofos de los siglos XVIII y XIX(...)Tal fe secular se relaciona con los dogmas prácticos que la mente humana puede querer justificar(...)desde perspectivas filosóficas muy distintas, probablemente por que aquellas dependen básicamente de las simples percepciones naturales de que es capaz el corazón humano con el progreso de la conciencia moral, y que, en realidad, fueron despertadas por el Evangelio y quedaron incubándose en las sombrías profundidades de la historia humana.”

            “Lo que sí no resulta posible – continúa razonando Ponsati- es una democracia viviendo de la nada, es decir de la unanimidad agnóstica- relativista en el terreno filosófico-político. Ello, porque, entonces, la savia vital que la nutre se habría agotado definitivamente y el mundo estaría maduro sólo para la tiranía. De allí la importancia de la firmeza que cada corriente filosófica, que cada linaje espiritual, ponga en la búsqueda y en la defensa de la verdad, cometido del cual nadie puede estar excusado, como tampoco resulta legítimo pretender imponer por la fuerza la concepción resultante de esa búsqueda. “ya se trate de ciencia, de metafísica o religión, el hombre que dice ‘¿qué es la verdad?’ como Pilatos, no es un hombre tolerante, sino un traidor al género humano. No hay tolerancia real y auténtica, más que cuando el hombre está firme y absolutamente convencido de una verdad o de lo que él considera una verdad, y, al mismo tiempo, reconoce a los que niegan esa verdad, el derecho de existir y de contradecirle, de expresar su propio pensamiento, no porque sean libres con relación a la verdad, sino porque buscan la verdad a su manera, y porque este hombre respeta en ellos la naturaleza y la dignidad humana y esas materias primas y resortes vivos de la inteligencia y de la conciencia que les hacen –en potencia- capaces de alcanzar ellos también, la verdad que él ama, si un día llega a captarla.”

            Concluye Ponsati afirmando que “la realización de una ciudad pluralista, será producto del ejercicio práctico y leal de la toleracia y no de una actitud relativista que profese la equivalencia filosófica de todos los sistemas de creencias, valores y pensamiento.”

            Con estas palabras y con este apasionante tema dejo inaugurada la Cátedra Jacques Maritain en la Universidad Nacional de Córdoba.

[1] Maritain, Jacques “Para una filosofía de la persona humana”, paginas 219 y 224 y siguiente, Club de Lectores, 1984.

Este es el tema del momento y cualquier alumno, profesor o quién lea esta página puede hacer las preguntas, observaciones, pedir ampliaciones o efectuar el comentario que estime conveniente a través de e-mail.

Señores y señoras:

El filósofo Jacques Maritain, nacido en París el 18 de noviembre de 1882, visitó Córdoba y disertó en esta Universidad en 1936 sobre el tema “Ciencia moderna y la filosofía” y fue presentado, en esa oportunidad, por el doctor Alfredo Frangueiro, profesor, entonces, de esta casa y quién sería, después de algunos años, mi querido profesor de filosofía en la Universidad Católica. El día  lº de octubre, que fue el de su llegada a esta ciudad, La Voz del Interior le dedicó un importante espacio a quién llamó el “Embajador del pensamiento Universal” y difundió su presencia de manera especial, con un artículo que llevaba como título “Lo eterno y lo temporal. El pensamiento de Maritain y los problemas actuales”, expresión que podría sintetizar el significado del Encuentro que ahora comienza.

Han pasado 69 años y hoy nuevamente el gran maestro, después de haber fallecido el 28 de abril de 1973, nos visita en esta Universidad, en la persona del profesor Roberto Papini, secretario general del Instituto Internacional Jacques Maritain, con sede en Roma. Dicho Instituto fue fundado en Ancona, Italia, un año después de la muerte de gran filósofo, con el propósito, expresado en su estatuto, de “promover investigaciones y estudios sobre los problemas del hombre, de la cultura y de la sociedad a la luz del pensamiento de Jacques Maritain”. Este Encuentro Argentino se decidió hace un año en Roma, oportunidad en que con el Ingeniero Juan Carlos de la Peña y el Doctor Julio Plaza, profesor de la Universidad de Tucumán, participamos en la reunión conmemorativa de los treinta años de su fundación, y, como consecuencia de esa presencia, tuvimos el honor de ser recibidos, en audiencia privada, por Su Santidad Juan Pablo II, como representantes argentinos del Instituto Maritain,

¿Qué importancia tuvo y tienen estas visitas?

- La primera se dio entre las dos guerras mundiales, etapa histórica en la que en Europa entraron en crisis las democracias y el totalitalitarismo arrasó con algunas de ellas y el autoritarismo con otras. Expresión patética de ello fue la resolución rusa, que implantó el comunismo en ese país, que luego se extendería a los demás países del este de ese continente; el fascismo, implantado con Musolini en Italia, y el nacional socialismo, con Adolfo Hitler en Alemania. En España era inminente la dolorosa guerra civil, que algunos proclamaban como “guerra santa” -expresión inaceptable para Maritain- que trajo, como consecuencia, por varias décadas el gobierno autoritario de Francisco Franco. En Portugal se había instaurado otra tiranía, con Antonio Oliveira de Zalazar, que, como el anterior, decía inspirarse en principios cristianos. En el país del Filosofo, no se instaló una dictadura, a pesar de las ideas proclamadas por Acción Francesa,  que fue “un grupo especial (de tendencia monárquica) antiparlamentario, corporativista, descentralizador, autoritario y de combate” que lideraba un literato agnóstico, Charles Maurras, que tuvo mucha influencia en el campo intelectual de aquel país y que llegó a entusiasmar, incluso, a no pocos católicos, pero, afortunadamente, no logró cristalizar sus propósitos como consecuencia de la resistencia que le opusieron pensadores como Maritain. Los holocaustos, guerras y atropellos a los derechos de tantas personas que produjeron estas ideas y experiencias políticas son demostración acabada del desprecio por los Derechos del Hombre, proclamados solemnemente por la Revolución Francesa y por los revolucionarios de América, al momento de declarar la independencia de sus países.

En Argentina ya se había producido, el 6 de setiembre de 1930, el primero de los seis gobiernos militares que suspendieron la vigencia de la Constitución y la democracia, durante más de 23 años en el siglo XX, inspirados, en muchos casos, en ideas e ideólogos “nacionalistas”, que admiraban y soñaban con emular a los regímenes totalitarios o autoritarios europeos, alguno de los cuales lo hacían desde el campo católico. Como bien recuerda Fernando Martínez Paz, que desde Córdoba escribió y siguió el pensamiento de Maritain,  estos ideólogos propiciaban una autoridad fuerte, restauradora del orden, ya que “el valor libertad no era un tema nacionalista”, porque “sólo se conocían los abusos de la libertad y se vivía la quiebra de las instituciones encargadas de protegerlas”, como decía, entonces, Mario Amadeo, uno de estos nacionalistas. En materia cultural pretendían restaurar la moral “cuya virtud no era la amistad social”, imposible “entre el rumor de las guerras” sino la fuerza y la violencia como categorías éticas. En materia social exigían una organización estatista, un estado confesional y corporativista que afianzara la familia, ignorada y destruida por el liberalimo individualista. Esto se presentaba “como un movimiento vigoroso, urgido por la necesidad revolucionaria que no admite dilación, en una Argentina que vivía en ese momento, ‘la hora de su destino’, como decía (Leopoldo) Lugones”. Estas ideas convirtieron, también, a América Latina en una geografía poblada de dictadores.

         Maritain que había estudiado, revalorizado y traído al siglo XX el pensamiento de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino, con lo que proponía y “ofrecía al hombre moderno, la posibilidad de salvar los valores de la inteligencia en el orden especulativo condición para salvar los valores humanos en el orden práctico”, como bien señalaba Fernando Martínez Paz. Antes de su llegada a Argentina, había escrito la “Carta de la Independencia” y  “El humanismo Integral”, una de sus obras fundamentales, y en ese momento venía a plantearnos la posibilidad de conciliar el cristianismo y la democracia, desde una visión personalista, lo que produjo una sería división entre los católicos, ganados, entonces, - en gran medida- por el nacionalismo antidemocrático, división que duraría varias décadas, hasta que finalmente triunfará la visión democrática, siendo uno de los pilares fundamentales de esta idea-fuerza el pensamiento del gran filósofo francés.

         Arturo Ponsati decía que Maritain “influyó, en medida importante, en la formación y actuación de movimientos culturales y fuerzas políticas en América Latina, a partir, precisamente, de aquellos años treinta en que el filósofo ingresó, de lleno, en el territorio de las realidades temporales.”

         En esta segunda venida el contexto ha cambiado, la democracia y los derechos humanos, con no pocos padecimientos, han sido ganados para siempre por la sociedad política Argentina y son, además, un valor fundamental dentro de un mundo que se ha globalizado. Las graves crisis políticas sufridas en nuestro país durante 1989 y 2001 no afectaron estas convicciones y se superaron sin recurrir a los militares ni a los gobierno de facto. El pensamiento de Maritain se ha desarrollado, en estas casi siete décadas, a través de sus escritos y la de sus seguidores, –que abarcan toda la filosofía, metafísica y práctica-  y ha dado importantes frutos, como fue la influencia que tuvo en la Declaración Universal de los Derecho del Hombre de la ONU de 1948; en los documentos del Concilio Ecuménico II y en el pensamiento del papado, especialmente en Pablo VI, que lo consideraba como uno de sus maestros en sabiduría por lo que lo escogió para entregarle el mensaje del Concilio en representación del mundo intelectual; y a través de los partidos demócratas cristianos y los movimientos universitarios Humanistas y, en Córdoba, también, del Integralismo, que llevaron esos nombres por su célebre obra “El Humanismo Integral”.

Sin embargo, en los comienzos del nuevo milenio, los problemas de los derechos humanos y la democracia en América Latina no son pocos, ya que las constituciones no siempre son respetadas, las democracias se ha debilitado en varios países, con graves consecuencias para la estabilidad de los regímenes políticos, la desigualdad entre pobres y ricos se ha agravado, la corrupción, el narcotráfico, el populismo, la inseguridad y la falta de solidaridad son moneda corriente en toda la región. Cuba padece todavía un régimen comunista. En esa misma isla, en Guantánamo, hay una prisión norteamericana donde no se respetan los derechos humanos de los allí detenidos. Haití -sumido en la pobreza- se ha quedado sin gobierno. Colombia sufre la narcoguerrilla. Perú vivió la triste experiencia de Fujimori. Venezuela al calor del aumento de los precios del petroleo padece los abusos de poder del militar populista Hugo Chavéz.

En Ecuador y en Bolivia, donde hace poco renunciaron sus presidentes, las instituciones políticas están más que debilitadas. En Nicaragua dificilmente el presidente Enrique Bolaño pueda soportar la despiadada oposición actual instalada en el Congreso y en la Corte Suprema. Las experiencias e intentos de integración, como lo es el Mercosur, sortean múltiples obstáculos, ya que los países de mayor peso en la región, Brasil, México y Chile, están más preocupados en mantener sus liderazgos y en superar las dificultades que les trae su desarrollo económico, que en contribuir a lograr una política que nos integre a todos en una sociedad política continental, que nos permita vivir mejor los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad. La educación y los avances en el hoy estratégico campo del conocimiento dejan mucho que desear y quienes se destacan en el mismo, a veces desertan de sus empeños en la búsqueda de un mejor destino en los países desarrollados.

Los nuevos desafíos que se nos plantea hoy, como el del pluralismo, ya no solo en el campo político, sino también en el religioso y en el cultural; el del insatisfecho derecho a la alimentación y a la salud de grandes sectores de la población; el del terrorismo; el de la guerra preventiva; el de la globalización; y el de la crisis de los organismos internacionales, que replantean la idea de una sociedad política y un gobierno o una autoridad mundial, son algunos de los problemas posteriores a Maritain que merecerían ser estudiados a la luz de las herramientas intelectuales que nos legara el pensamiento del Doctor Angélico, en la versión rejuvenecida de Maritain. Estos estudios darían  vida y harían realidad aquello que fue y es la razón de ser de este Instituto y este Encuentro que se resume en la frase “Ir con Maritain, más allá de Maritain”.

Este es el significado que tiene esta nueva visita, esta apelación a las primeras causas, a los valores que ayudarán a guiar la conducta de esta nueva generación, que poco conoce de estas especulaciones pero que no encuentra explicación para los fenómenos que la afectan. No se trata entonces de una simple evocación de una personalidad central de la filosofía del siglo que pasó, sino de buscar en su pensamiento las claves de la época que nos toca vivir.

         Henry Bars dijo de Maritain que “Su vocación fue exactamente aquella de cambiar la idea de los hombres, a través de la sabiduría, no a través de la política; y sólo en el interior de tal sabiduría, hacer obra de filosofía política; de aquí, su importante expresión ‘cambiar el fin último.’ Si bien haya siempre considerado necesario el esfuerzo y la lucha para liberar a los hombres de sus cadenas terrestres, reconoció después de su conversión, que tal liberación estaba subordinada a un fin más elevado y que la servidumbre esencial del hombre –aquella correspondiente a su condición de ser creado- no hubiera podido ser superada por ningún instrumento político: pero exigía la divinización del alma a través de la santidad”

         Esta vocación y esta sabiduría son, entonces, la razón por la que estamos reunidos aquí y ahora para iniciar este Encuentro que dejamos, con estas palabras solemnemente inaugurado.